El trastorno del espectro autista (TEA), es un conjunto de manifestaciones clínicas que inician en la niñez, sobre todo antes de los 2 años, aunque las manifestaciones pueden observarse en edades posteriores, y que se caracterizan por:
- Patrones deficientes y persistentes en la comunicación y la interacción social, tales como: limitaciones para entablar conversaciones, temas de conversación restringidos, limitaciones en las expresiones no verbales, limitación en establecer relaciones cordiales, entre otros.
- Conductas restrictivas y repetitivas: tales como movimientos repetitivos inmotivados, inflexibilidad en las rutinas diarias como preparase para ir a clases, desayunar o cenar, intereses muy restringidos por objetos no habituales, hiper o hipo actividad.
Estas conductas pueden representar una limitación importante en las actividades del niño o la niña en el ámbito social, académico, familiar, y persisten hasta la vida adulta, donde la persona puede tener dificultades en establecer relaciones sociales, de pareja, en el trabajo y otros.
La prevalencia de este diagnóstico según la Asociación Americana de Psiquiatría (2013) es de un 1% en la población en general.
Según el Manual de Diagnóstico y Tratamiento de las Enfermedades Mentales de la Asociación Americana de Psiquiatría en su quinta edición (DSM V, APA 2013), el TEA se puede diagnosticar por medio de la observación clínica. Sin embargo, existen, pruebas especializadas para tamizaje, siendo las principales el ADOS 2 y el ADIR, las cuales deben ser aplicadas por profesionales entrenados y acreditados.
Previo a realizar el diagnóstico, deben descartarse otras enfermedades cuyas manifestaciones pueden ser similares al TEA, entre ellas se encuentran la epilepsia, problemas auditivos, tumores cerebrales, entre otras. Por lo que la valoración debe ser multidisciplinaria.
Una vez realizado el diagnóstico, se debe estratificar el nivel de afectación del niño o la niña en tres niveles, tanto en los problemas de comunicación como en los patrones de conducta, para facilitar el abordaje y tratamiento.
El tratamiento debe ser interdisciplinario y adaptarse a las necesidades de la persona y debe incluir psicoterapia, educación a la familia, terapia de estimulación sensorial, información para la escuela, tratamiento con medicamentos si es necesario, y otros abordajes que se consideren para la adecuada evolución de los niños.